Nos complace informaros de que se acaba de publicar "La Ciencia y la Clínica de la Fibromialgia", escrito por el doctor Manuel Marínez Lavín, quién lleva más de treinta años trabajando en este tema. Este libro es un manual práctico dirigido a los/as profesionales de la salud en el que se recopila lo que se conoce en torno a la enfermedad y también lo que parece que el futuro nos traerá.
Os dejamos con este artículo escrito por Jose María Sánchez Mateos en diariomedico.com
Buen verano para todos y todas.
Escuela de Pacientes
Aún recuerdo cuando escuche por primera vez esta enfermedad. Fue hace diez años mas o menos y me pilló fuera de juego. Pregunté a traumatólogos, miré artículos, leí alguna revista y la gran sorpresa fue que aunque estaba reconocida por la OMS casi todo mi entorno médico negaba la existencia de dicha enfermedad. Simplemente no existía. Vi en total 3 casos ese año diagnosticadas en Madrid o Barcelona por especialistas de renombre…Actualmente veo 3-4 nuevos diagnósticos todas las semanas, diagnosticadas por fruteros o peluqueras y confirmadas posteriormente sin una exploración seria o rigurosa. De 0 a 100 en solo unos años y creo que es el momento de frenar y recapitular. Nada mejor que un buen libro para esto.
“La ciencia y la clínica de la fibromialgia” es un libro que en apenas 100 páginas recapitula todo lo que se sabe y lo que aún está por venir de una enfermedad que realmente causa mucho sufrimiento. Su autor lleva más de 30 años trabajando sobre el tema y tiene muy claro que la controversia aún presente se debe a la imagen “linear y reduccionista incapaz de entender enfermedades complejas como la fibromialgia”.
Con un texto claro y bien organizado el libro presenta dos partes diferencias. En una primera parte está todo el marco teórico y la fisiopatología. A favor de una enfermedad del sistema nervioso autónomo desarrolla la misma en base a los últimos descubrimientos y a la teoría de los sistemas complejos. Y la verdad es que esa mezcla de la teoría del caos con mecanismos fisiopatogenicos me ha parecido muy novedosa y me ha hecho sentir “linear y reduccionista”. Es posible que en un mundo de mecanismos bioquímicos y genéticos nos resulte insultante que el ser humano y sus dolores aún no podamos meterlo en una sola probeta. Muy interesante y seria esta parte.
La segunda parte del libro es toda la etiología y patogenia demostrada, la clínica, los diagnósticos diferenciales y todos los tratamientos que han demostrado alguna utilidad. Me agrada que no empiece por los tratamientos farmacológicos si no que empiece por el ejercicio, el entorno y la ayuda psicológica. El dolor crónico es una pesada carga que debe tratarse de un modo integral y no mediante la máxima de “un síntoma una pastilla”.
Esta segunda parte, que es más la clínica práctica, está bordada según mi opinión. He visto ya muchos diagnósticos de fibromialgia en los que no han tocado los 18 puntos específicos aprobados como diagnostico clínico y han acribillado a pruebas complementarias y analíticas al paciente. Y no siempre resultaron ser fibromialgia unos años después aunque el “cartelito” ya no hay quién lo quite. Hay un tema en el libro de diagnostico diferencial que vale su peso en oro pues no todo lo que es dolor es fibromialgia y esta enfermedad no solo tiene dolor. Hemos pasado de que solos se podía diagnosticar y tratar en consultas de especificas de reumatología a una enfermedad más frecuente que la hipertensión o la diabetes…y eso no puede ser. No podemos pasar de 0 a 100 sin riesgo de “accidentes”.
Este libro me parece un punto de partida perfecto para recapitular diagnostico y tratamiento y normalizar una enfermedad que ni es fantasma ni es omnipresente. Un libro que centra desde la ciencia rigurosa y desde una mentalidad abierta en una enfermedad de la que aun tenemos mucho que aprender a nivel teórico. Pero tenemos ya muchas cosas claras para la consulta de todos los días…CIENCIA Y CLÍNICA.
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Podéis encontrar el artículo en http://medicablogs.diariomedico.com/josemateos/2012/07/25/fibromialgia-de-0-a-100-en-10-anos/
Cristo Bejarano pasó por un “calvario” hasta ser diagnosticada. Tiene, entre otras patologías, sensibilidad química múltiple (SQM) y vive recluida en su casa sin colonias ni detergentes. Elena Ferrer madruga cada mañana para acercarse al mar a respirar aire puro. Es el único momento del día en que se puede permitir el lujo de estar en el exterior sin mascarilla. Las consultas médicas atienden cada vez más casos como el de Cristo y Elena. La previsión es que la incidencia de este síndrome se incremente en los próximos años si no se toman medidas preventivas. La preocupación ha llegado al Parlamento Europeo a través de una iniciativa, que apoyan varios europarlamentarios, para conseguir que la SQM sea reconocida como enfermedad, tal como ya ha ocurrido en Alemania, Austria, Francia y Luxemburgo. Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera “un síndrome”.
No es un secreto, vivimos rodeados de tóxicos, pero lo que mucha gente desconoce es que productos tan cotidianos, como perfumes, desodorantes y zapatos, en algún grado pueden ser nocivos para la salud, según los expertos. Bisfenol A, ftalatos, retardantes de llama, metales pesados, alquilfenoles, disolventes, forman parte de la larga lista de sustancias que han conseguido llegar a la sangre de la mayoría de los ciudadanos.
Este fenómeno ha contribuido a incrementar la tasa de cáncer entre la población y de otras enfermedades ambientales, como asma, alergias y el síndrome de sensibilidad química múltiple. “Prácticamente el 100% de los habitantes de los países occidentales (...) tenemos en nuestros cuerpos concentraciones de numerosos compuestos tóxicos peligrosos como el hexaclorobenceno, el lindano, los PCB’s, y otros muchos”, alerta el Presidente del Fondo para la Defensa de la Salud Ambiental, Carlos de Prada, que también es autor de los libros La epidemia química (ediciones i) y Anti-tóxico (Espasa).
No hace falta vivir en una ciudad con altos índices de polución o trabajar en una fábrica que contamine, ya que muchos de los compuestos más peligrosos están incorporados en productos que acaban en el hogar. Según explica de Prada, los tóxicos presentes en pinturas, plásticos o pesticidas “van integrándose” en el polvo doméstico y al final “se acaban respirando”. Por otro lado, algunos productos de aseo también pueden contener sustancias nocivas para la salud, como los parabenes –presentes, por ejemplo, en desodorantes y cremas para la piel- o los ftalatos, que pueden tener efectos de alteración hormonal y que se pueden encontrar, incluso, en fragancias, como denuncia este estudio de Greenpeace.
Entre los productos más problemáticos están los organofosforados, un grupo de químicos usados como plaguicidas artificiales aplicados para controlar las poblaciones de insectos. Hace una década su uso estaba todavía más extendido que en la actualidad.“Se habían llegado a fumigar panaderías con clientes dentro”, explica el doctor del Hospital Clínic Joaquim Fernández-Solà, especialista en Sensibilidad Química Múltiple. Incluso, ha sucedido en centros sanitarios, como el CAP Tàrraco, donde se intoxicaron en octubre de 2003 diversos trabajadores. “Por suerte, hay una legislación que ha regulado la manera de hacer las desinfecciones, que no se pueden efectuar en presencia de personas”. Aún así, asegura que todavía “hay comercios que fumigan una hora antes de que entren los clientes”.
Las consecuencias de vivir entre tóxicos
Los efectos derivados de esta contaminación no son predecibles por la cantidad asimilada de tóxicos. “Es una lotería”, puntualiza Carlos de Prada. Pero es un factor de riesgo. La contaminación química cotidiana es una de las principales causas del cáncer, enfermedades autoinmunes, alergias, asma, parkinson, problemas cognitivos en niños, diabetes e infertilidad, entre otros problemas. En este sentido, el Institut Marquès publicó un estudio en el 2004 sobre la calidad del esperma de los españoles. El trabajo llegó a la conclusión que un 58% de los jóvenes tiene una calidad anormal por la contaminación industrial. Otros institutos de fertilidad en España han mostrado su inquietud al respecto. Un ejemplo son las declaraciones de Simón Marina, representante del Instituto Cefer, en la presentación de un estudio el 2007. Advirtió que “de seguir al mismo ritmo, en el año 2067 todos los espermatozoides serían inmóviles”.
Pero, ¿es posible evitar las sustancias tóxicas? Carlos de Prada considera que “hay alternativas a casi todo” y que se pueden reducir los factores de riesgo mediante el consumo de productos ecológicos o el uso de productos de limpieza respetuosos con el cuerpo humano. Sin embargo, afirmar que una vida sin tóxicos es posible es casi una utopía. “En muchos casos el tóxico no aparece ni en la etiqueta de los productos”, señala Carlos de Prada. Pero, ¿por qué si un compuesto puede ser nocivo para la salud está a la venta? “Menos de un 1% de las sustancias que el hombre ha producido (…) han sido debidamente estudiadas acerca de sus posibles riesgos”. El efecto cóctel también preocupa a los expertos: “No hay ningún modelo que haya tenido en cuenta el conjunto a la exposición de tóxicos”, comenta Joaquim Fernández-Solà.
El creciente número de afectados por los tóxicos
La sensibilidad química múltiple se inicia en la mayoría de casos por una exposición intensa a una sustancia tóxica, por ejemplo, un pesticida. El organismo reacciona frente al contaminante y al final la persona se ve incapaz de exponerse a ningún producto químico. “Hay un aumento exponencial de casos en los últimos diez años”, afirma Fernández Solà, y añade: “El principal problema es que va en incremento y que no somos conscientes de que se tiene que hacer algo”. Se calcula que un 1% de la población es sensible a productos químicos y que los casos graves serían una decena parte de este porcentaje.